Chile y América Latina con sobregiro ecológico

Chile y América Latina con sobregiro ecológico

Columna de opinión por Pedro Cisterna Gaete

En conclusión, más que un titular, la tendencia de los datos de sobregiro ecológico demuestra una hoja de ruta planetaria dirigida a un colapso. Soluciones basadas en la naturaleza, regulación de actividades extractivistas, sobreprotección de ecosistemas vitales como glaciares y bosques tropicales, y reconocimiento institucional (y constitucional) de que vivimos bajo crisis climática, son algunas de las medidas que América Latina debe tomar.


Cada año, en redes sociales y medios periodísticos a nivel global, se comparte con preocupación el sobregiro ecológico planetario. Asimismo, medios nacionales de cada país difunden y destacan el exceso de cada nación en su huella ecológica. Andrew Simms –creador del concepto de sobregiro ecológico– escribía hace poco más de 6 años, en el The Guardian, que las demandas de la actividad humana al planeta eran insostenibles, y hoy es uno de los principales líderes por un tratado global por la no proliferación de combustibles fósiles. Esta sobrepreocupación de Simms no es casual.

El sobregiro ecológico se refiere al momento en que la actividad humana sobrepasa la biocapacidad planetaria para regenerar recursos y servicios de la naturaleza. Según datos de la Global Footprint Network, mientras en 1971 el planeta sufrió su sobregiro ecológico el 25 de diciembre, en 2022 lo alcanzamos el 28 de julio. Si bien la misma organización advierte que comparaciones anuales de sobregiro ecológico no son del todo exactas, por la inclusión de nuevos factores cada año, estas sí ilustran una tendencia y magnitudes graves de huella ecológica. El sobregiro planetario se nos adelanta cada año en el calendario. 

Este fenómeno también puede analizarse a nivel doméstico y regional. El sobregiro ecológico por país indica la fecha en que este se alcanzaría si todos los habitantes del planeta contaminaran y consumieran en niveles similares a un país determinado. En este sentido, la situación de América Latina es bien preocupante. 

En la región, por cuarta vez consecutiva, Chile fue el primer país del continente en alcanzar el sobregiro ecológico. La situación del país no solo está relacionada con el estilo de vida y consumo de sus habitantes, también en una institucionalidad que permite el desgaste excesivo de recursos naturales, como el agua. La sobreexplotación del recurso hídrico, basado en un modelo de mercado que ha permitido la acumulación de derechos y la desregulación de su ejercicio, contribuye al mal desempeño ambiental de Chile frente a este indicador. 

En América Latina, siguen a Chile los siguientes países: Argentina, Bolivia y Paraguay, los que sobrepasarían sus límites naturales entre los meses de junio y julio. Luego, países como Brasil, Venezuela, México y Perú, alcanzarían su sobregiro ecológico entre agosto y septiembre, siendo Colombia y Ecuador las naciones con mejor desempeño en la región, alcanzando el sobregiro los meses de noviembre y diciembre.

Estos datos son preocupantes en una región con altos niveles de biodiversidad y servicios ecosistémicos. Según un informe del BID del 2020, América Latina cuenta con un “tercio de los bosques del planeta, la mitad de sus bosques tropicales y una cuarta de sus manglares”. Estos ecosistemas proveen una gran cantidad de servicios ambientales que no se condicen con las fechas de sobregiro ecológico anual de los países de la región. 

La rápida degradación ambiental de la región en las últimas décadas, propiciada por políticas de desarrollo extractivista, está acelerando nuestro sobregiro regional. El incremento continuo de la deforestación es una ilustración de lo anterior, donde –según la FAO– América del Sur perdió entre 2015 y 2020 casi tres millones de hectáreas de bosque por año, estimándose además que casi 240 millones de hectáreas de bosque tropical se encuentran en estado crítico. Es decir, al mismo tiempo que nuestros niveles de consumo y actividades de emisión aumentan, nuestros servicios ecosistémicos se reducen, llevándonos a niveles de degradación ambiental muy serios.

Es crucial también hacer un análisis desagregado del “sobregiro ecológico”, donde más allá de las cifras generales que determinan el sobregiro en cada nación y la región, es vital identificar cuáles son las actividades y sectores sociales y económicos que lo han acelerado. Definir la responsabilidad de industrias contaminantes y extractivas es vital para determinar políticas que mitiguen efectivamente sus impactos. Asimismo, el sobreconsumo de sectores más acomodados de cada país de la región influye sostenidamente en el aumento constante de desgaste de la naturaleza, requiriendo transformaciones culturales con urgencia. Ciertamente, el aporte al sobregiro ecológico de un habitante de un asentamiento informal es notablemente inferior a quien viaja usando jet privado en el continente.

En conclusión, más que un titular, la tendencia de los datos de sobregiro ecológico demuestra una hoja de ruta planetaria dirigida a un colapso. Soluciones basadas en la naturaleza, regulación de actividades extractivistas, sobreprotección de ecosistemas vitales como glaciares y bosques tropicales, y reconocimiento institucional (y constitucional) de que vivimos bajo crisis climática, son algunas de las medidas que América Latina debe tomar. La condición transfronteriza de los ecosistemas genera que los efectos de su degradación sean transnacionales, requiriendo respuestas regionales, coordinadas y colaborativas. En esto, y más allá de los destacables esfuerzos de la sociedad civil y comunidades en generarlas, son los Estados los primeros responsables en acordar e implementar este tipo de soluciones. El sobregiro ecológico es un multiplicador de sobregiros sociales, políticos y económicos. Cambiemos de rumbo.    

https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2023/05/24/chile-y-america-latina-con-sobregiro-ecologico/

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